jueves, 18 de febrero de 2016

¿CUÁL ES LA REALIDAD?

Por Tomás Buriticá Vasquez 

Alejandro Quintero, un guardaespaldas, bajaba a las nueve de la noche, en compañía de su mejor amiga Katheryn, por una calle de Medellín. De repente vio que un hombre alto,  blanco y vestido de negro,  los estaba mirando, razón por la cual rompió el silencio:

-Kathe, ¿sí ves  a ese tipo  tan raro  que no nos quita la mirada de encima? ¿Qué querrá de nosotros?
-No sé de qué  me hablas.
-¿Cómo que no sabes? Mira, está en frente de nosotros, imposible que no lo veas.
-En serio, Alejo, no veo a nadie. Ya me estás asustando,  no me gustan  ese tipo de  bromas.
Mientras seguían  caminando, el guardaespaldas continuaba viendo personas y su amiga insistía en no ver a nadie.
-Katheryn, ¿qué  hará ese  niño, solo, a estas horas en la calle?
-¿Cuál niño?
-Ese que está a tu izquierda.
-¡Alejandro Quintero,  no veo a  ningún pequeño! ¡Entiéndeme, no veo a nadie!
Siguieron avanzado calle abajo, hasta que él nuevamente se detuvo al ver que una señora tenía los ojos puestos en ellos. Katheryn nuevamente negaba ver a  alguien. Quintero, confundido,  sacó su arma, apuntó, disparó, y enseguida notó que a aquella señora le comenzó a salir sangre del pecho mientras caía al suelo. Su amiga estaba  serena, como si no hubiese escuchado el disparo ni visto a aquella mujer agonizante. Alejandro escuchó que unas sirenas  se aproximaban, pero Katheryn seguía serena. Él tiró  el revolver al  piso cuando se dio cuenta de que la policía estaba en el lugar, se dirigió a su amiga agitado y  le gritó:
-¡Katheryn! ¿No habías dicho que no veías a nadie?
Uno de los policías se acercó, apuntándole con una pistola a  Quintero y le preguntó:
-¡Señor! ¿Con quién habla?
-¡Con Katheryn!

-Señor, yo no veo a nadie...

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