miércoles, 24 de febrero de 2016

MAGDALENA

Por Juan Fernando Franco Uribe.

En cierto pueblo del suroeste, había una beata pía, mujer muy crédula,
absolutamente recta y consagrada en todo a las cosas de la iglesia; por su cuenta
y sin esperar pago alguno aseaba el templo; mantenía las ropas sagradas; leía y
cantaba en la misa; y en algunas ocasiones también, trajinaba con los vasos
sagrados como un monaguillo.

En cierta ocasión mientras aseaba la imagen del crucifijo se cruzó por su cabeza
un mal pensamiento y esa misma noche, como tentada por el diablo, soñó que el
de la cruz, tan desnudo como se muestra, descubría para ella sus vergüenzas. Y
mojigata como era, creyó haber cometido el peor de los pecados, sin embargo,
impelida a confesarse, so pena como creía, de permanecer en pecado mortal, no
podía hacerlo porque cuando lo intentaba la vencía el pudor.

Desesperada decidió hacer una confesión por escrito, describió el nefando sueño,
y aún más, el deseo monstruoso que le inspiraba la condición humana del
atractivo sacerdote recién ingresado en la parroquia. Aliviada con la solución,
solicitó absolución por escrito para lo cual dejó consignadas instrucciones
precisas. Pasaron los días y el sacerdote no se manifestó de ninguna forma, así
que ella escribió otra carta y otra carta y se aseguró de hacerlas llegar a su
destino.

Lo peor, los sueños eróticos, en vez de remitir, se hicieron cada vez más
frecuentes y el deseo comenzó a corroerla y a desesperarla… Cuando lo ayudaba
con las vestiduras sagradas no podía evitar contemplar con deseo los omoplatos
amplios y los músculos macizos debajo la camisa y la piel del cuello blanquísima y
la irresistible tentación de tomarlo y besarlo…Pecaba, sin embargo se sintió
incapaz de confesarse, ni con ese sacerdote ni con otro; la falta que cargaba
consigo no era superior a su vergüenza.

Y por fin, la respuesta llegó: La encontró donde estaba previsto. Tomó la esquela y
leyó: <<Estimada Magdalena: Por tus pecados, ego te absolvo a peccatis tuis in
nomine patris et filii et spiritus sancti. Penitencia: Confesión presencial.
Magdalena no volvió a la iglesia, se encerró en su casa y ya no quiso volver a
salir.

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