Por Laura Heyoan García Roldán
Me despierto…
veo el amanecer y luego me doy cuenta que sigo encerrado dentro de estas cuatro
paredes infinitas e inmateriales que son mi mente, veo pasar como un desfile de
dolor todo aquello que oprime y desagarra mi corazón roto y acorazado, ¿será
morir mi única alternativa y opción para no sufrir?, ¡ah! Perdonen, no me he
presentado, soy… ¿Quién soy?, ¿soy un ser bueno o malo?, ¿mentiroso o verdadero?,
¿amado u odiado?, ¿será que éxito fuera de esta prisión que es mi propia
mente?, oye tú, ese que escucha y observa desde lejos, desde ese lugar donde mi
conciencia no llega, tú, qué sabes todo de mí, ¿resolverías el dilema?
¡No! a quien
engaño, aquel que sabe todo de mí no es otro que mi conciencia, y es imposible
que siendo ella parte del problema, me dé la solución, pero, si ni siquiera me
puedo valer de ese ser omnipotente que es mi todo, para salir de esta cárcel ¿no
sería mejor morir?, a veces esa es la única respuesta que encuentra mi
trastornada mente ¿Será que ella también
siente?, y por eso me da esta solución tan definitiva para huir, ¿Quién sabe? ¿Quien entiende? mejor dicho, ¿quién
me explica?
¡Ah! los gritos
de mi mente me estremecen ¿Quién podría ayudarme a escapar de este mundo? ¿De
esta pesadilla que se ha vuelto realidad?, ¡cállenlos! no quiero oírlos, ya no
aguanto estos pecados, que afligen mi sentir y nublan mi mente.
Me pregunto ¿Quién
sería cupido para mostrarme el amor, y así opacar los golpes por caricias?, ¿Quién
sería escritor, para que cambiase mi pasado, para que cambiara la sangre, por
mariposas?, ¿Quién sería amigo, Para que pintara la puerta por la cual salir de
esta pesadilla?, ¿Quién sería ilusión, para que me enseñase a pintar un cielo,
por el cual volar y escapar?, ¿Quién sería ángel, para que me perdonara y me
sacara de esta oscuridad?.
Conciencia, único
ser que me escucha, o al menos eso creo, ¿podrías tratar de hablar?, emite
palabras, opaca así sea por 10 segundos los gritos, los golpes, la sangre, ¡hazlos
callar!, ellos ya no se encuentran aquí, ellos son solo cadáveres que fui
dejando a lo largo de mi existencia, ¡haz que se marchen, que desaparezcan!.
¿Qué es esto, será
magia?, se dibuja una puerta, ¿por fin podré salir?
Y en ese
momento… afuera, en la realidad se daba la orden para encender la silla
eléctrica, con la que colmarían su venganza aquellos seres que gritaban en su
mente.
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