El frío viento se colaba en los
huesos de una persona. La nieve caía en su espalda. Sobre el cemento gélido
yacía una figura humana, el letargo de la muerte no tardaría mucho en
alcanzarla. -Tal vez es mejor así. Pensó. -Una muerte plácida y lenta. La noche
caía sobre aquella ciudad olvidada por Dios cubriendo todo con su manto de
oscuridad. En el mismo instante, cuando el sol arrojaba los últimos destellos
por ese día, una vida trascendía al reino de los sueños. Recordó cuando las
cosas simples le hacían feliz. Soñó con su madre que le limpiaba su rostro como
si realmente le importara. ¡Si! Que extraño y maravilloso sentimiento se alojó
en su corazón. Sentirse amado, querido por alguien.
En sus sueños fue feliz. Una sonrisa
se instaló en su rostro, la única expresión verdadera en años de gestos vacíos e inertes. Mientras dormía, murió. Ahora, solo queda un
cuerpo marchito sobre la acera de aquella ciudad y la nieve lo cubre, como si
con ello se tragara todo el dolor de aquel ser inerte que no hacía mucho vivía.
Corto y perfecto tu relato.
ResponderEliminarExcelente! intenso!
ResponderEliminar