jueves, 18 de febrero de 2016

MORAS BAÑADAS EN CHOCOLATE

Por Natalia Arroyave Monsalve

Caminaba aquella noche entre botes de basura y humanos durmientes, entre calles oscuras y edificios inertes. El frío hacía que sus patas temblaran, que su hocico escociese y su respiración se entrecortara, ya nadie le ayudaba, era solo un perro viejo y abandonado.

Estaba asustado desde el momento en que decidió salir de casa, quería conocer el mundo pero no este mundo, no este frío, no estás casas. Todo estaba en silencio, era como si la ciudad entera estuviese descansando mientras él seguía buscando su hogar.

En aquel momento no pudo más, su pata terminó por doblarse y se dio un golpe en el suelo, su hocico sangraba y su cuerpo temblaba. Cerró los ojos y se dejó ir. Un momento después, no pudo saber si horas o años, unas manos suaves y amables lo despertaron, olía a moras bañadas en chocolate, era ella, era su ama, ella vino por él, aún olía un poco a humedad y moho de ese cajón donde la enterraron bajo tierra, pero ella volvió por él y él estaba al fin en casa.

1 comentario:

  1. Es un cuento muy hermoso. Es bello. Logra crear y recrear cosas muy bellas. Es bellísimo. Gracias por escribirlo. Porque había que hacerlo.

    ResponderEliminar