lunes, 22 de febrero de 2016

LAS MISERIAS DE DEMETRIO

Por Edison David Ramírez Serna

Todo fue repentino, nadie lo esperaba, un misil, una bomba, un cohete, y, ¡¡BOOOUUMMM!! En unas horas, las potencias, los estados, todos los cimientos  ultra grotescos de la civilización se fueron al carajo. Ahora, no queda nada, ni hombres, ni mujeres, nada ¡nada!, solo hay mutantes, vestigios enfermos sedientos de muerte que se arrastran por lo que fueron las grandes ciudades de la antigua humanidad. Todos nos preguntamos qué maldición cayó sobre nosotros, nos lo preguntamos cuando a cada minuto sentimos una nueva yaga, un nuevo tumor, nos lo preguntamos cuando nuestros labios deformados caen a pedazos buscando en el polvo, una gota de agua, alguna lagrima olvidada en este mundo sin gracia. Esto pasaría, era claro, los abrazos fallaron, las ideologías fallaron, los estados fallaron, todos fallamos. La gente se decía cosas, se juraba fraternidad, y al final, una tumba, una cárcel, un arma, una mueca de odio.

Verás lo que digo, una tarde de viernes salía de mi trabajo, cansado, asqueado, con el asco que da ver a demasiada gente, a demasiada humanidad. Cerca de mi barrio, a la orilla de un rio, hallé una pistola, un calibre 38, seis tiros. Tenía la intención de entregársela a la policía, en ese entonces aun creía en la idea de ser buen ciudadano. Al llegar a mi casa, me dirigí al cuartucho del tedio, del matrimonio, era raro, se escuchaban aullidos, era como escuchar los gemidos en coro de Esperanza Gómez y el Nacho Vidal. Me palpitaba la frente, sudaba, enrojecía. Abrí la puerta, ¡horrible espectáculo! Mi esposa estaba gozando con otro tipo, no me importó mucho, sabía que eso pasaría, pero me enfureció el hecho de que lo estaba haciendo frente a los niños, no pude evitarlo, saqué el arma, quise asustarlos, pero estaba cargada, la vacié por completo, ¡bang!; ¡pam, pam,  pam, pam, pam!, Seeeee, ffff, seis tiros, a mi mujer le pegue cinco, al tipo uno.

Estuve en la prisión dos años, conocí a buenos tipos, entre ellos a Mala Madre. Les caí bien a los guardias, me regalaban cigarrillos, marihuana y hasta comida extra. Una noche navideña, de esas tantas en que la gente finge quererse mutuamente, vino a mi celda el guardia Peralta, me regaló un Marlboro y me dijo, << Hombe Demetrio, jaja, que, ¿nos abrimos del parche o qué? >>, Peralta añadió que él, los otros guardias y el cacique de patio, consideraron que yo no debía estar ahí. Esa misma noche, Mala Madre, el cacique y yo, nos fugamos por un túnel que daba a una vivienda cercana, fue rápido, discreto, calculado. Al otro día, los medios mencionaron la fuga, apareció la foto del cacique, de Mala Madre, pero no la mía, a nadie le importaba, a nadie le e importado. Matar a dos personas no era gran cosa, no había sirco, espectáculo, drama. Seeeee, en realidad, no nos aterrorizan los actos destructores de la gente, lo que nos espanta en verdad, es el monstruo que somos, o que podemos ser, al verlo reflejado en nuestros semejantes.


Tras la fuga, me fui a vivir al barrio más pobre de la ciudad, me deje crecer la barba y el cabello. Allí, por primera vez en mi vida, conocí a la Belleza, fértil, luminosa, perfumada por dioses inmortales. Era una chica de unos 27 años, ciega de nacimiento, era bella en verdad, no juzgaba, no despreciaba, veía a las almas sin miedo ni reparo. Pero la Belleza perece pronto, tras cuatro años de vivir juntos, ella enfermó, cáncer terminal, hice lo que pude, robé dinero, conseguí a los mejores médicos, hasta me volví religioso, pero los dioses de todas las religiones me escupieron en la cara. Mi compañera murió, sombría, consumida, desesperada. Seee, fff, hasta este cigarro lo sabe, el pasado es horrible, también el presente, la vida, el hombre, el tiempo, una crucifixión eterna que se desgarra sin sentido, sin misericordia. 

1 comentario: