Sería muy ingenuo preguntarte por qué
sigues conmigo. Es como preguntarle a una taza de café por que le gusta el
café. Porque a pesar de todo lo que ocurre, nos ocurre, siempre vuelves con
deseo de mí. Vuelves y me tomas en tus manos, tan suaves e impregnadas con tu
aroma, que me sujetan como si fuera un ser tan frágil que se quebraría entre
tus dedos, como porcelana fina.
¿Sabes? Nuestra vida es tan monótona y a
la vez tan cromática. Yo soy la única a la que le cuentas tus alegrías, esos
momentos de euforia donde el mundo es solo nuestro, y lo celebro siempre
dándote un beso de mañana, con azúcar que es tu azúcar, que llena tu vida de
dulce armonía, Pero también conozco tus tristezas, esas veces en donde
despertar es la idea más insoportable del día. Llenas tus ojos de llanto, un
llanto que no es solo tuyo sino nuestro, pues he visto cómo tu alma llora y mi
alma llora espuma con tus lágrimas, para así atenuarlas cuando caen dentro de
mí.
No todo ha sido fácil entre nosotros. No
soporto las mañanas a medio llenar en donde la despedida es fugaz, como si el
reloj reglamentara tu vida y el tiempo fuera más importante que mi compañía y
las charlas frente al periódico. Es un sabor amargo que me llena, que te llena,
porque al fin y al cabo somos uno solo cuando estamos juntos. Al final, te
limitas a quejarte del desagradable gusto de mis besos, reniegas, golpeas la
mesa, tomas tu abrigo y te vas. Detesto la idea de convertirme en el segundo
plano, en el “puede esperar”, cuando yo debería ser tu noción de mundo. Me niego
a esas mañanas en las que solo quiero que me tomes entre tus dedos y tú no
puedes apartarte de las voces malditas que roban más tiempo de tu tiempo y
quitan mi tiempo del tuyo. Besos fugaces, sin cariño, sin calidez de tus dedos,
solo una alacena vacía: sufro, y el frio del vacío ambienta una soledad
habitada de la que soy protagonista.
Pero debes entender que tu vida y la mía
no han de estar separadas, pues vivo para acompañarte sin importar si el sol ha
salido o la mañana está fría; aunque esas son las mejores. Me buscas, me tomas
y me absorbes con tus labios, mientras me llevo toda tu vida conmigo: tú me
vacías, yo te lleno. Por eso, querido mío, debes entender que lo nuestro es
eterno, que nos necesitamos para ser lo que somos.
Por último te pido y te imploro, no me
olvides, no me dejes. Que ni la dulce alegría ni la espuma tristeza ni el más
amargo gusto de mis besos impida la cercanía entre nuestros cuerpos.
¿Recuerdas? Sería muy ingenuo preguntarte por qué sigues conmigo. Es como
preguntarle a una taza de café por que le gusta el café. Porque a pesar de todo
lo que ocurre, nos ocurre, siempre necesitarás de mí.
Era
un 13 de septiembre y Simón salía tarde para el trabajo. Tomó su chaqueta y le
dio seguro a la puerta. Se le había olvidado tomar su taza de café. Esperaba que el tráfico estuviera de su lado.
En serio, es bellísimo. Me gustó bastante.
ResponderEliminarNo me esperaba ese final pero me encantó, muy emotivo y deja un delicioso saborsito a café en la boca :3
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