Como flotan los pétalos en
los ríos, así ondeaban en su garganta. Llenas de canto, llenas de vida,
resbalaban cada tarde por sus labios, dulces como una suave melodía.
Un día, no florecieron
más, sus labios marchitos como las hojas marrones atestadas de saprófitos, se
colmataron de pétalos impávidos y rígidos.
Las tardes se hacían
pesadas y frías, mientras el río seguía su rumbo llevando cada vez más lejos
las palabras de la abuela cuando lavaba la ropa.
¡Hermoso!
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