Por Daniel Campos Rodriguez
Cuando la noche llega a este pueblo, no suelen pasar cosas interesantes, este es un lugar que vive
de la monotonía decepcionante del que fue en su tiempo sinónimo de progreso de la región, con
vestigios de edificios y fábricas abandonados. La desidia ajena y propia lo ha convertido en una
especie de pueblo fantasma, pero con vivos. Todo esto ha traído consigo cosas extrañas que solo
personas de la oscuridad, aprovecharían para hacer sus enajenaciones. En la oscura noche pasan
cosas y los rumores corren, pero no se dejan llevar mucho por las supersticiones de los bares y
mercados. Hace unos días, hubo un incendio en lo alto de la mina abandonada. Las autoridades se
han encontrado algo horripilante, al parecer un suicidio colectivo. No quieren indagar, para mí el
principal sospechoso es el culto de la nueva iglesia de Los Perdidos, una congregación de la que no
se sabe mucho, en las noches se reúnen con fogatas detrás de su templo, haciendo un tipo de rezo
con sus características hogueras. Es difícil que Los Perdidos se aludan la muerte de cinco jóvenes
indigentes, que se encontraron desnudas, con las manos mutiladas y colgadas del cuello con alambre
de púas, llenas de marcas que ni las mismas llamas pudo borrar. Sé que fueron ellos. Me temo mucho
que la congregación esté manipulando a la guardia civil, así seremos próximos en su lista. Podríamos
morir en la noche, y muy seguramente el resto del mundo no se daría por enterado, en este, el lugar
propicio para sus insaciables propósitos. Le temen a la noche, tan pronto como cae el ocaso, solo se
oye la brisa golpear los árboles y esas frases, esos malditos murmullos repetidos. Conocí a una de
ellas, me apena que haya acabado de la manera más deformante y trastornada. Era una buena
muchacha, todo empezó a mal desde que Los Perdidos empezaron a atraer fieles. Trato de advertir
a la gente que algo anda mal. Me persiguen sombras desde lo que pasó. Me aíslo del mundo, me
encierro, temo mucho, oigo voces. Nadie me cree ¿por qué nadie ve lo que yo veo? ¡Oh, rayos! Se han
enterado, saben que lo sé. Me siento muy cansado y sin razón. He dormido desde entonces sin alivio
alguno. He tenido un sueño extraño en el que la veo como se arrastra entre el lodo y cuerpos
putrefactos. Gime desgarradamente, como un cerdo al ser degollado. Es muy detallado para ser solo
un sueño. Temo, pienso que ella está sufriendo aún, torturada en el infierno a donde los ellos la
arrastraron. Despierto sudando con un terrible dolor pectoral. De pronto, oigo ruidos ¿Qué pasa? me
pregunto muy agitado con mucho pánico. ¡Están en casa! vienen hacia mí, siento el corazón a mil ¡Estoy
paralizado! ¿Cómo puede ser? Oigo arañazos bajo mi cama y en el techo. Soy la próxima víctima, lo sé.
¿Por qué la vida es así? Solo intenté descubrirles. No puedo gritar, siento sabor a sangre. Han hecho
todo mientras dormía. ¡Qué oscuro está! ni la luz de luna me llega. Veo luces tenues de velas y
sombras que se acercan. Es el fin. Seré un suicidio más en la mañana. Ahí están, ¡¿Qué son esas
cosas?! Son como bestias erguidas de ojos color incandescente ¡Qué pavor! Se detienen, hacen una
corta pausa y recitan: —«De esta sangre y entrañas de los impíos sirvientes del mal gustoso comeré, su
sabor me aliviarán a mí y mi señor»—… Se abalanzan sobre mí. Despierto, fue solo un sueño de nuevo.
Me siento mareado. Estoy un cuarto atado. Una puerta se abre, se acerca un extraño, se presenta:
—Soy médico del psiquiátrico y usted es un esquizofrénico, la iglesia de Los Perdidos no existe, solo era
el nombre de los demonios de su cabeza y en episodios de trance ha colgado, asesinado y violado a las
cinco jóvenes además de a su padre y hermanos. ¿Qué coños está pasando? No entiendo nada. Oh,
Dios, siento que me inyectan. Soy un enfermo y no merezco vivir. Pero soy alguien bueno, allí, entre
sueños. Intentaré dormir de nuevo, ojalá… para siempre.
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