En la inmensidad
de la selva habita un espíritu, un prodigio de la naturaleza, una combinación
entre enigma y belleza, este extraordinario ser es capaz de crear con un soplo,
de dar vida con sus pasos; ella es la madre territorio. Habita
la rivera de los ríos, las montañas más
altas, las selvas más vírgenes, es la encargada de mantener el equilibrio, la
madre de toda creación y como madre se asemeja a una mujer, sus cabellos se irrigan
como raíces y hacen posible el milagro de la vida, sus lágrimas permiten la
germinación y sus manos protegen al nuevo ser. En aquel lugar todo es hermoso,
todo tiene conexión, todo fluye en continuo movimiento, se transforma, respira
y resopla.
A pesar de tanta
belleza que este paisaje le daba, la madre territorio sentía un vacío en su
corazón, ella era capaz de dar amor a cada uno de los seres vivos que protegía,
pero había escuchado de un amor diferente, lejos de la selva el cual quería descubrir. Su tristeza aumentaba cada
día, sus pensamientos estaban en ese otro lugar, ella haría algo para descubrir
ese misterio que en ese entonces la atormentaba, algún día desearía dejar esa
vida de quietud y explorar los misterios de aquel lugar y así lo hizo.
Ella se transformó
en una hermosa mujer, de cabellos largos y verdosos, de hermosa sonrisa y de
piel tersa como las flores, sin medir consecuencias escapo de la selva y se refugió
en la civilización, ella quería sentirse, verse y actuar como una mujer normal,
en su paso por la civilización conoció a un hombre que con gran agrado se interesó
por ella, ella recreaba grandes historias y a él le gustaba la música y la
poesía, ella le ofrecía las más bellas melodías; el sonido de los pájaros, el sonido
del agua en los ríos, ella le hablo de ese gran lugar de donde provenía; ese
que nadie había habitado jamás. Por su parte el joven le cantaba canciones con
su guitarra y le escribía poemas. El
tiempo pasaba y sus vidas se conectaban cada vez más, sus gustos, sus
actividades, hasta que un día decidieron que no había razón por la cual seguir separados.
Quiero que me muestres ese lugar fantástico del que tanto hablas le decía el a
ella; ella por su lado estaba temerosa de lo que pudiera ocurrir, pues la
responsable del equilibrio era ella misma, y su esencia en si era el territorio
mismo. Aun así decidieron marcharse de la civilización y llegaron a la selva,
el joven estaba maravillado, quizá los relatos que había escuchado no eran lo
suficientemente buenos para describir la belleza de aquel lugar.
Vivieron ahí
muchos años, sin embargo el joven necesitaba alimentarse, vestirse y para ello
la madre naturaleza le hubiese proporcionado lo necesario, pero cada día fueron
en aumento los requerimientos del joven y ella no se molestaba en dárselos,
todo justificaba estar al lado del hombre que amaba, sin embargo su salud fue
deteriorándose pues por cada necesidad que el joven cubría, un pedacito de su
cuerpo sufría las consecuencias, pues ella era el territorio mismo. Pasaron los
años y ella se debilitaba cada vez más, los arboles ya no daban frutos, sus
cabellos ya no hacían germinar las plantas, sus manos ya no protegían el territorio,
todo se quebrantaba, todo se alteró; la curvatura misma del tiempo y el espacio
dejo de existir. Ahora en aquel lugar donde antes habitaba la más hermosa de
las selvas, es solo un campo sin vida, sin animales, sin plantas, sin la madre
territorio, ella volvió a su forma y por el camino de los espíritus a veces se escucha
su llanto en busca de su amado.
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