Por Jorge Andres Garavito Cardenas
En un domingo frío, un gato pequeño camina por el borde de un
tejado que cubre una ventana. Dentro de ella, justo sobre el cuadro de luz en el suelo, vemos la cara de Guimel
Joles, quien se despierta y se da cuenta que está textualmente desbaratado. No de manera metafórica: los
miembros de su cuerpo se encuentran repartidos por la habitación. El silbido insistente de una alarma suena en
alguna parte, pero con el desorden no es posible ubicarlo a simple vista. La cabeza de Joles da una vuelta
evitando la poca luz que entra por su ventana. No está sorprendido, no es la primera vez que le sucede. De
manera mecánica comienzan las “piezas” de su cuerpo a reunirse cerca al cuello. Un brazo consigue con
esfuerzo desenredarse de un pantalón sobre la cama y luego poder bajar al suelo. Una mano solo deja ver sus
dedos debajo de una gruesa bota, pero con gran astucia logra tumbarla y zafarse de ella. Inesperadamente una
pequeña sombra maullando de hambre crece al lado de la cabeza de Joles. Con esfuerzo el gato se acomoda en
el vano de la ventana y queda hipnotizado con el lento andar de los miembros del cuerpo de Guimel. Trato de
imaginarme la cara de Joles al ver las complicaciones que eso le significan.
Eche, me dice, nunca seré bueno armándome. Esa mujé no tenía que dejame así ¿no crees? Le creo, pero le
busco rápidamente otro tema. Guimel es un tipo monotemático, y si no te apuras, te puedes plantar a
escucharlo quejarse de Gabriela, que se fue dejándolo desarmado, y para colmo le dejó a Silvano, el gato.
Manito, le digo, pero para qué bebe de esa manera, no cree que sabiendo su problemita. Erda primo, me
interrumpe, Que no es por beber. Te lo juro que así no beba me desbarato, y quién duerme sabiendo que se le cae
a pedacitos el cuerpo, no joda, por lo menos el roncito me distrae.
Soplaculo se queda quieto (Eche, no lo llames así), la cabeza de Guimel le grita, pero no tiene la suficiente fuerza
para llamar su atención, y el felino se lanza en cacería sobre el pie izquierdo de Joles. Erda, y quité la
musiquita anoche, piensa, tratando de que sus partes se junten rápido antes de que algo peor ocurra. Ve tirar al
gatito de la falange de su meñique como si fuera un ratón, mientras lo saca del cuarto. Ojalá no me infecte,
dice y consigue arreglar gran parte de su cuerpo para poder resolver la situación. Con esfuerzo se levanta,
pero su único pie se repliega de manera sorpresiva con un fuerte dolor. Sangrando, reconoce el crujido que ha
callado la alarma despertadora. Es el segundo reloj que daña este mes.
Con una sola mano, porque no ha encontrado el brazo izquierdo, intenta buscar algo con que amarrarse la
herida cuando ve al gato acercarse a las escaleras. Apoyando su mano, caminando de rodillas, va en busca de
Soplaculo (¡Silvano!) y le grita para que se detenga. Como puede se lanza sobre el animal, y este reacciona con
un chillido intentado escapar, con la mala suerte de que la cadera se le desprende a Joles. La cabeza de Guimel
queda separada mirando hacia la puerta de su habitación, pero el chillido sordo de su gato ha parado. Desde
ese punto, la cabeza de Guimel Joles consigue ver su otro brazo, lo hace llegar a él y unirse a las partes que
tiene cerca. Siente húmedo su cuerpo, se asusta de haberse perjudicado más su pie. Lamentablemente no es
así, es la sangre de Silvano la que encharca las partes que no ha recogido Joles. A lo mejor fue un día soleado,
pero Guimel lo recuerda como un día gris y frío, desde el que no se ha podido volver a armar bien.
Eche! Ese casi cachaco escribe bacano :)
ResponderEliminarExtraño, lo extraño me gusta de primer impacto.
ResponderEliminarYo me desbarato mas de una vez al día.
ResponderEliminarQue cuento tan curioso, me gusto mucho
ResponderEliminarEsta muy curioso el cuento y tierno :) que genial.
ResponderEliminarEsta muy curioso el cuento y tierno :) que genial.
ResponderEliminarNo nos dejemos desbaratar hasta el punto de no saber lo que hacemos.
ResponderEliminarBuen cuento, bien por el juego de palabras. Buen detalle el gato.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGuimel no dependía del clima, ya tenia claro como era cada día. Fríos y grises como ese dia "desde el que no se ha podido volver a armar bien."
ResponderEliminarBuen cuento, interesante y curioso al mismo tiempo.
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