Por Carmen Elisa Grajales Vasquez
Despertó de “la pequeña muerte” sintiéndose inmortal. Pasó la noche deleitándose
en un encuentro tan humano como divino y aún al amanecer bajo la huella pegajosa
de sudor en su cuerpo, enredó las sábanas entre sus dedos y deseó una caricia de
su amante esperando morir de nuevo otra vez.
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