Por Carolina Alvarez Valencia
En una noche de esas, con taninos en la atmósfera y uno que otro libro puesto
descuidadamente sobre la mesa de noche, con la sábana ondeante cubriendo apenas
un extremo de la cama y sí gran parte del suelo, se despertó con ella a su lado y no
supo de dónde había salido ese ser que ahora ocupaba la mitad exacta de su cama.
¡Oh imagen espectral!
Estaba inmóvil, serena, con su sola respiración milimétricamente coordinada entre
inhalaciones y exhalaciones pausadas y silenciosas. Antes de lanzar el típico sónido de
pánico que refleja el miedo natural ante apariciones de ese tipo, se detuvo a observarla
en esas centésimas de segundo que sobrevinieron. El tiempo es relativo, y se puede
vivir el evento más insospechado y mágico en un segundo, un segundo con ella.
Ese espectro de mujer que respiraba apacible en el lado derecho de su cama, tenía
el cabello como recién agitado por una vestisca, arremolinado entre la almohada y su
cuello. Tenía el olor a trementina. Su cabello era negro como la misma noche pero en
su hora más renegrida. Dejaba entrever parcialmente su rostro nacarado haciéndola
más espeluznante y, a la vez, más bella.
- Es real, pensó.
Con el grito vino el despertar, y como telón de fondo retumbaban una serie de
truenos apagados y el sonido de ramas agitadas que se golpeaban entre si. Eran
aquellas palmeras que por años han bloqueado la vista de su balcón y que siempre
miraba con disgusto pero que ahora imaginaba con miedo. La ventisca era real, lo único
real.
Al despertar le vino como un golpe la imagen de esa mujer que apareció en sus
sueños tan sólo para desaparecer luego, y que poco antes había casi palpado con sus
manos, respirado de cerca y olido como quien recién descubre el sentido del olfato.
Extrañamente, la frustración y el alivio eran una misma sensación.
Esa misma mañana, y como sintiendo la resaca que genera el vino, se dijo a si
misma casi como un reproche:
- La estoy materializando con mis pensamientos, un día cualquiera esa mujer existirá
y no sabré qué hacer más que contemplarla
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