Por Luis Carlos Agudelo P
Entonces emprendimos el viaje a la ciudad de new day, el reino de la tranquilidad, en
busca del futuro que la patría no nos ofrecía. Tras varios días de camino, de escalar
páramos, de atravesar desiertos, de cruzar valles, de vadear ríos y de navegar extensos
lagos –pequeños mares-, siempre al norte; nos encontramos frente a una gran muralla
que, según nos dijeron, sólo podían atravezar las ratas. Al otro lado, también se nos
contó, “reina la paz y la abundancia”.
Entonces fue necesario hacernos ratas. A cambio de nuestras pequeñas fortunas,
amasadas con sudor y lágrimas en la tierra enferma de donde venimos, a cambio digo,
de éste miserable, único, y por eso preciado botín; un hombre sabio y experto, nos hizo
la mutación y aquí estamos. Vivimos en una oscura, silenciosa y a veces, solo a veces,
concurrida madriguera, que compartimos con otras ratas; todas cruzamos la muralla de
la misma forma.
Los dueños de la ciudad amurallada nos tratan bien; se trabaja, se come…incluso hay
tiempo para la diversión: de cuando en cuando, envían algunos gatos a perseguirnos, es
un juego, el ratón no siempre gana.
Otras ratas llegan diariamente, algunas, cansadas, regresan a su patria y se hacen
hombres de nuevo, desgraciados pero libres, dicen. Como si aquí no se puediera escoger
libremente una cueva.
No regresaré a la tierra maldita, nadie me reconocería ahora. Además, allí no hay buen
queso.
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