Por
El color rojo en sus manos era demasiado llamativo para
dejarlo pasar por alto. La mejor palabra para expresar lo que su rostro reflejaba
en el espejo era demencia. Yo, naturalmente envuelto en mi inocencia me
aventuré a preguntar qué había pasado, porque se encontraba tan conmocionado. Modulando
con simpleza responde: es que he matado al amor de mi vida y claro está, me
siento abrumado.
¿Qué reacción podría esperarse al escuchar tal declaración? Una
persona en sus cabales saldría corriendo del recinto en busca de ayuda, pero
yo, en cambio no pude evitar seguir indagando en las razones y alimentar mi ego
investigativo. Era la primera vez en mi vida que estaba frente a un asesino.
Lenta y cautelosamente me acerque al individuo, que seguía
mirando al espejo desorbitado. Lance sin mucho pensarlo la pregunta esencial.
¿Por qué? Su respuesta fue un poco desconcertante: ¿Por qué no?. Proseguí
preguntando el cómo, sus manos lo demostraban, un cuchillo fue el arma y doce
puñaladas el número perfecto. Me quedaba la duda en dónde se había perpetrado
el crimen, pero no necesité de hecho formular la pregunta ya que del baño que
estaba en la esquina salió un hilo de sangre que poco a poco se extendía sobre
el suelo.
Finalmente, luego de dar unos cuantos pasos cautelosos llegue
a su lado y pose mi mano sobre su hombro, cuando volteó a verme fue como ver
hacia la nada, volví mi mirada al espejo y vi que nadie me acompañaba, estaba
solo en el baño a excepción del cuerpo sin vida de Isabel. Al observar mis
manos llenas de sangre, lo entendí.
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