Por Carolina Sanchez Betancur
…Y fue una mañana anaranjada cuando comprendí que allí, allá y donde menos
esperas, está tu inspiración.
Todo comenzó un 6 de agosto del año 2000 donde el océano marchó a través de
su mirada. Esos ojos tenían un tono particular; eran color sol al encontrarse con
los míos me hacía creer. Creer en la vida, en las personas que rodean el existir,
creer en las pequeñeces y las grandes también.
Nos conocimos un 9 de Septiembre; un año donde la luna radiaba y adornaba el
cielo. Desde ese mismo instante supe que todo había cambiado, lo que aún no
comprendía era, sí para bien o para mal; pero había cambiado, de eso, estaba
seguro.
Su nombre: Paloma. Paloma Negra le decían de cariño. Paloma porque volaba
como el viento y su piel era dorada, irradiaba vida, irradiaba dulzura. Ella era un
complemento perfecto a mí existir.
Me hechizó su esencia, su trato con los demás y esa alma caritativa que siempre
moría por dar lo mejor de sí. Paloma Negra y yo, hicimos historia donde los
protagonistas, los escritores, los directores y todo el elenco lo conformábamos
solo ella y yo.
Nos amamos, respetamos y todo surgió en la isla, bailamos cada noche, pero ella
guardaba un secreto en su mirada. Nunca supe de que trataba.
Nos veíamos en las noches oscuras, nos veíamos en el día como conocidos, pero
nunca demostramos el amor en público. La llené de rosas y besos, detalles
incansables y ella se entregaba a mí en cuerpo y alma cuando nadie la veía; solo
yo sé cuál es su parte más dulce en el amor.
Un día desperté y descubrí que el mar se la llevó un 11 de enero, no supe nunca
más de ella; solo recibí una nota que decía: “ volé a favor del viento… no me
busques, no me encontrarás!”
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