—Te
seré sincero, si sigues con esa actitud no conseguirás estar menos solo— dijo
el simpático planeta con un tono ligeramente burlón pero amigable.
— ¿Cuál actitud? Te digo que sigo
sin entender por qué todos desaparecen luego de hablar un instante conmigo. No
pensé que contarte eso te molestaría —respondió el solitario agujero negro
algo extrañado y triste.
—No me
refiero a eso. Yo no estoy molesto, de hecho estoy dispuesto a escucharte, mi atrevido
y simpático amigo —contestó el planeta de manera calmada y con un sonrisa de
cráter a cráter.
—
¡¿Atrevido?! —Dijo el agujero negro mirando sorprendido. — Lo lamento, no me había
percatado que mi actitud era algo impertinente y atrevida. Tu solo querías
escuchar y yo estaba dando por hecho que ibas a ignorarme cómo todos los demás
cuerpos celestes a los que saludo. –explicó el agujero negro muy arrepentido.
— Lo
digo porque desde que noté tu presencia no has parado de acercarte a mí. —respondió
el planeta.
— ¿De
qué hablas? Yo estoy quieto. No recuerdo siquiera haberme desplazado alguna vez
de este punto. De hecho, yo intento ser amigable porque veo que se aproximan. —refutó
el agujero negro.
— Pues
si yo no me muevo y tú tampoco lo haces, no entiendo por qué estamos a punto de
chocar. — Dijo el planeta mientras era tragado por la oscuridad del agujero.
Y
luego de un largo silencio, el triste agujero negro escuchó una voz que se
proyectaba de un lugar desconocido.
—Oye,
mi sombrío amigo, acabo de encontrar a los astros de los que me contabas, están
festejando; dicen que te están esperando. Si no fuera por ti, seguirían vagando
solitarios por el universo, cómo lo hacía yo. Siempre estuvieron contigo —dijo
el planeta desde el interior del contento agujero negro.
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