Por Julián Castrillón Londoño
Érase una vez, en un pequeño pueblo un anciano artesano que creaba juguetes y marionetas para
sus obras teatrales. Era habilidoso y bondadoso, amaba a los niños y verlos reír con sus obras.
Los rumores de sus obras saltaban de pueblo en pueblo, un día los rumores llegaron a oídos de un
poderoso señor de un castillo no muy lejano. Era el castillo de los Cardou Castaño, una familia
poderosa pero con un oscuro secreto. Fascinado por sus obras Don Alberto Cardou Castaño
decidió ir en busca del juguetero, llegó un día al atardecer al pequeño pueblo le ofreció al
juguetero estadía, las mejores comidas, el castillo, todo lo que quisiera, todo solo para Él. Oh!
Pobre anciano, estaba a punto de sellar su trágico destino; ¡Maldito Cardou Castaño por condenar
a un hombre inocente!
El juguetero con gusto acepto la invitación del señor del castillo. Fue recogido en su taller por
una de las más elegantes carrozas, el anciano con orgullo se despidió de sus seres más cercanos y
partió. Al entrar al castillo empezó inmediatamente a trabajar en sus obras, haciendo enormes
personajes no solo humanos sino también fantásticos como dragones, insectos, criaturas míticas.
Pobre anciano ingenuo ante la verdadera razón del señor del castillo. Una noche mientras Don
Alberto observaba complacido como trabajaba ordeno que lo encerraran en su taller. “El
juguetero desconcertado pregunto”: -¿Qué quiere de mí?- “Don Alberto contestó” –Su almaSaco
un infame libro de su bolsa e invoco a un demonio, el Dragón, Le lanzó un hechizo ahora
era un ser más oscuro al servicio su amo. Pobre anciano ¿cómo podría despertar de la maldición?
Un día un niño se coló a través del telón, se encontró al juguetero, incluso entre las más oscuras
tinieblas de su mente sabía que no podía condenar a un niño inocente. Confundido e impaciente
no sabía qué hacer, se acercaba Don Alberto, piensa mi buen amigo; así que decidió arrancarse el
corazón y entregárselo al niño –corre y esconde este corazón puro de la oscuridad- “dijo el
juguetero”. El niño corrió tan lejos como pudo llego a un bosque donde escondió el corazón en
un gran sauce. El juguetero condenado por el hechizo se sumió en un profundo sueño. Hasta que
alguien no le devuelva su corazón dormirá por siempre.
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