Aquel
día los corazones se reunieron en el Congreso Internacional del Amor para
opinar acerca de la situación que se estaba viviendo. El amor ya no era lo
mismo.
–
Me cansé –dijo Ilusión–. Estoy harto de esta situación, enamorarse ya no es lo
mismo de antes. Ya el amor se consigue más fácil, pero también más fácil se
pierde. Me niego a ser un corazón roto.
–
¡No estoy de acuerdo! –Exclamó Romance, un corazón ingenuo y meloso–. Ahora
todo es más intenso, no hay que esperar tanto, todo se dice en justa medida.
–
No lograremos ponernos de acuerdo –afirmó Pesimismo– ¿Por qué no renunciamos?
Así podríamos saber a qué corazón extrañarían más las personas, y determinar
qué es más importante, si el amor fácil o el de antes, en el que para
conquistar a alguien se debía ser detallista y perseverante.
En
aquel momento los corazones tenían la sangre caliente como para tomar una
decisión sensata. El corazón más viejo y sabio quiso intervenir, pero su voz se
fue desvaneciendo en el alboroto del controversial encuentro. Finalmente
decidieron aprobar aquella propuesta. Interés, un corazón frio y calculador,
fue el único que no aceptó.
En
efecto todos los corazones renunciaron a querer; todos excepto interés, que se
convirtió en el único corazón disponible de todo el gremio. Así pues, el hombre
se enamoró del dinero y empezó a medir el cariño según sus conveniencias, según
las utilidades. La ambición se vendió al pueblo como la capacidad de querer, el
hombre comenzó a pensar... dejo de sentir.
Los
demás corazones pronto se arrepintieron. El corazón sabio que no había sido
escuchado, no tardó en hacer su reflexión. –El que se hace extrañar se arriesga
a que lo olviden. Cuando prevalece el interés ante el amor, se pierde la esencia
de lo especial, y es cuando verdaderamente se acaba dejando corazones rotos.
Bien chevere
ResponderEliminarBuenisimo! :)
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy lindo y entretenido
ResponderEliminarMe gustó tu cuento!
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