Por Ricardo Bautista Solano
Aquella noche fría, en tanto que acababa de llover. En mi soledad hacía arepas,
para acompañar una bebida helada. Mientras tanto recordaba a mi abuelo, sus
historias sobre un mundo de “armas tomar” – claro que ese mundo era este que
tenemos, el presente, el corriente, pero menos ajado y menos devastado por
nuestra inconsciencia y nuestra voraz ambición -decía esa voz interna intrusa
que tenemos -
Las estrellas tímidamente coqueteaban tras algunas nubes amarillentas, una
brisa suave, una compañía que estaba ausente, un ausente que era compañía…
en fin, en ese eterno instante vital, las reflexiones eran exquisitas. Realmente era
un lugar mágico –lugar común pero sublime-.
-Esa voz me indicó- al introducirnos en nosotros mismos corremos el riesgo de
llegar a reconocer que olvidamos ser y hacer el bien con los demás seres que
coexisten con nosotros… con tono burlón afirmó -no sabemos envejecer, pues
pasamos la vida sentados en un cúmulo de buenas intenciones esculpidas
interiormente por la procrastinación -.
-la tierra es un ser vivo, finito y autónomo- continúo aquella voz extraña e
inseparable en mi cabeza. En ese caso nosotros fungimos como parásitos
-exclamó en mi cabeza con esa dulce y mordaz tono que habla y se contesta
a sí misma-.
-A veces nos merecemos un secreto- continúo en mi cabeza aquella voz; sólo
que en esa oportunidad lo recitaba con un sonsonete igual a una ronda infantil.
Mi secreto es que mi lugar de recrear mis pensamientos y alcanzar elucubraciones
eximias, es la cocina. Tal lugar, inspira, pues a veces se cocina, con la mente en
blanco, en un estado de cuasi meditación, es el caso de quien prepara los
alimentos con diligencia y alegría; otras veces, perturba, esclaviza, invisibiliza…
como sucede en la sociedad... cocino para dos, los dos que habitan este mismo
cuerpo, no hablo de bipolaridades, hablo se seres que coexiten cada día, el ser
social con tendencia al silencio y a la sumisión ante las injusticias, callado ante
las causas sublimes, de naturaleza torpe y proceder coaccionado por el no sé qué
y el no sé dónde…. Y el otro, el irreverente, el que blasfemia, el que hiere en sus
pensamientos, el que no se apacigua fácilmente, el que es dictatorial en tanto que
propende por la libertad, por la plenitud, por el amor propio…. Me confieso, me
seduce el segundo...
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