miércoles, 2 de marzo de 2016

EL CONCEJO DE LOS LOBOS

Por Jorge Luis Vélez Agudelo

En un lejano pueblo acentuado en la región del Levantte convivían —si se puede denominar así a la forma de vivir de sus pobladores— tres especies distintas sobre una misma arena. Aquella pequeña ciudad se llamaba Néguev y estaba poblada por lobos, cerdos y ovejas. Resulta que dicha sociedad estaba regida por un sistema de castas, en lo más alto de esta, estaban los lobos, quienes tenían plena potestad sobre el concejo, encargado de temas como la alimentación, la tributación y el orden, entre otros. En lo más bajo estaban las ovejas, reconocidas labriegas que trabajaban la tierra con el objetivo principal de alimentar a todo el pueblo, según la corona dispusiera. Y en el limbo de la población, estaban los cerdos, prósperos mercaderes que bajo el odio de los lobos y el recelo de las ovejas acumulaban importantes riquezas. Hasta ahí, todo bien, como formas muy propias de las sociedades arcaicas, de no ser porqué los lobos históricamente se sirvieron de las ovejas, tanto por su carne como por su buen manejo de la tierra. Ya cansadas de semejantes vejámenes, las ovejas comenzaron a reducir la cantidad de granos y cereales producidos, a la vez que comenzaron a desplazar entre grandes protestas a las ovejas más  jóvenes (fuertemente apetecidas por los lobos) a zonas recónditas del desierto; plantearon que para dar vuelta atrás a dicha decisión el concejo de los lobos  debía acoger algunas de sus propuestas y darles participación. En dicha situación los cerdos no interfirieron, pues lo lobos bajo sus misteriosas creencias se prohibían el consumo de carne de cerdo a la vez que reducían al mínimo el contacto con ellos. Ante la irremediable posibilidad de perder a los labriegos y su jugosa carne, los lobos decidieron realizar una apertura en el concejo y ofrecieron ampliar el número de participantes en él, constituido especialmente por las 6 principales familias de lobos, se propuso ampliarlo a ocho y dar dos puestos para las ovejas con pleno uso de su voto en todas las decisiones, pero con el mismo pleno compromiso de no cuestionar las decisiones. Altivas y triunfadoras las ovejas reanudaron a sus rutinas y enviaron a las ovejas más respetadas a participar del concejo.  Allí, se trató la crisis de alimentos y como retaliación de los lobos se propuso semanalmente el sacrificio de diez ovejas con el fin de consumir su carne, la votación concluyó con una relación de dos votos en contra y seis a favor. Así siguió la vida en Néguev, las ovejas siguieron sembrando y alimentando a los lobos, inclusive con su carne, en tanto, los cerdos por ser cerdos no se vieron afectados por la mera superstición de los lobos.

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