Por Francisco Javier Mafla Hernández
… A los ciegos.
Estando
un día en plaza departiendo con la visita, a la familia Tragón acercóse un singular de
nombre igual; un llamativo personaje que venía sacando pulgas a un perro
caliente y así hablo:
—Señorita, señorita… Si
usted, la que atiende tráeme un papel y un lápiz que os vamos a contar los
vasos de leche que en esta mesa hay —
—Disculpe no puede estar
aquí — respondió la señorita.
—Trae un lápiz y un
papel mujer — continuo
el llamativo.
…Y
así prosiguió durante unos minutos. La madre de los Tragones una señora amable que vestía en armiños y perfumaba el lugar con
leche tibia de teta pública típica de la alta cleptocracia
del país de los cien años, dijo con
tono sonante, déspota y córtes:
— Se va a unir a la
jerga señor—
a lo que el llamativo respondió:
—Claro que si mi señora
y mis doctores pero antes solo quiero un lápiz y un papel —. La señorita por un gesto de mando de la
señora Tragón inmediatamente se puso a buscar lápiz y papel entre las basuras
del negocio. El singular hombre mirando con risas y locura a la señorita dijo así
para todos: — Afane
con el papel y el lápiz porque ya no vamos a contar sino a dividir la leche de
los siguientes años—.
Salió
gritando y riendo.
Pensé,
solo un brindis de leche tibia y manantial al inicio de la ruta basta para el hombre, los
demás son brindis robados de otros niños que se quedaran pequeños toda su vida ¡Oh, ese niño lo llamaremos el pueblo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario