lunes, 7 de marzo de 2016

¿CÓMO NACE UNA ESTRELLA FUGAZ?

Por  Esteban Gerardo Cortes Garcia 

Repentinamente una noche,
horas después de cenar,                                                          
cuando acostado en mi cama
el sueño trataba de conciliar,
una molesta e infernal luz a mis ojos empezó a susurrar,
de aquella, que en la cara de la noche parecía un lunar;
¿Fortuito encuentro o  jugarreta del azar?,
sea como fuese no parecía quererse marchar,
inclusive ignorándola su brillo no lograba apaciguar
y finalmente mis cansados ojos se dejaron cautivar
de aquel magnificente lucero que se empezó a ruborizar.
Tanto alimentó su brillo, al ver que le correspondía mi mirar,
que lentamente en sol se parecía transformar
y finalmente a la profunda alba azul decoró como estrella de mar.
Los siguientes ocasos no paré de preguntar:
¿Un humano de una perfecta estrella se podría enamorar?
 
Lastimosamente la flama no demoró en marchitar,
al comprender que a su lado nunca podría estar;
es que el firmamento era tan vasto como la escarcha al nevar,
que ni aunque fuera tan digno como para el cielo nocturno firmar,
llegaría a encontrarla en el infinito estelar.
Finalmente desistí de a la estrella cortejar
y traté de convencerme de que en mi ventana no le iba a necesitar

En los anocheceres aledaños a ese,
la incertidumbre no me dejaba de atormentar,
¿Podría ser esta la noche en la que por fin pueda reposar?,
¿Volverá hoy la estrella para mis ojos acaparar?
Pero por más que quisiera,
la respuesta nunca se tardó mucho en llegar,
siempre a la misma hora y desde el mismo lugar,
la ingenua escurría su brillo para la oscuridad fulminar.

Fue la luna testigo de su inclemente regresar,
frustrándome cada noche el intento de olvidar,
pero tanta fue la vehemencia de su apasionado intentar,
que perdí la cordura la sexta noche de su llegar
y con mi garganta anudándose tuve que gritar:
– ¡Testaruda, insípida, ¿Por qué no te quieres largar? Mira que ya tu presencia es un hecho de lamentar!
Cayendo rápidamente el astro se empezó a alejar,
dejando un rastro fulgente que emanaba de su lagrimar,
de haber conocido el desenlace, le habría aguantado en mi umbral,
pues sé desde aquella melancólica noche,
la misma que me obligo a recordar,
que tan fugaz como aurora boreal
se vuelve una estrella cuando la dejan de amar.

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