lunes, 7 de marzo de 2016

INSTINTO

Por Angie Carolina Guaman Arevalo

Lo vi mientras caminaba por el sendero que suelo frecuentar. La causa primera aleatoria fue. La segunda que me ato a su existencia su cabeza y movimiento fue. ¿La idea? No, no fue una idea, brota solamente como todo en mi naturaleza de ser, así fue. Ahí estaba aquella criatura en su placido disfrute de su comida, meneando su cabeza, como si esperara la presencia de alguien, como si vigilara que nadie viera lo que estaba haciendo, como si tratara de fugazmente conocer, fugazmente circunspecto movía la cabeza tiritona. Me acerque lentamente por atrás, fue fácil. Lo agarre por el cuello manteniéndolo apretado mientras esta hacia toda clase de movimiento tratando de liberarse, se movía violentamente, chapaleando en el mar del sufrimiento, digo sufrimiento porque una vez, trataron de hacerme lo mismo y escape apresuradamente cuando un transeúnte pasaba cerca de los hechos y dando un grito de: ¡suéltelo!- Entonces aquel me soltó y sentí el sufrir. Pero, ahora nadie existía cerca. No se me dificulto llevarlo a casa por su peso más que por su movimiento y energía que derrochaba para liberarse. En casa, en el patio de mi casa, yacía tendida esta pobre criaturita; era pequeña  y tenía una cara inocente, un cuerpo inocente, todo en ella emanaba inocencia. ¿Inocencia? Inocencia, inocencia, repetía entre mi. La había visto varias veces, siempre comiendo, no masticaba y siempre esa cabecita vibrando. A veces sentí brotar en mí un pellizco de ternura para aquella criatura; mientras la llevaba de cuarto en cuarto jactándome de este macabro juego. ¿Como así? Si estaba haciendo algo malo y lo sabía, pero, no podía parar, pues me jactaba haciéndolo, entonces la maldad desaparecía, seguía jugando con el cuerpo diminuto de esta criaturita. A veces cuando como, brota mi pensar, entonces mastique su cuerpecito y pensé. Pensé en el reguero de plumas que había dejado por toda la casa y en la increpancia ante la cual me hacia el sordo mientras jugaba con él. Hasta que me dijeron ¡Aquí no!, ¡Vaya  fuera a comérselo! Y con un meloso y delicado maullido aprobé e hice lo que me decían -Miauuu- Solo dije, eso y nada más..  

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