Ella: “Hay dos hombres que me gustan. En
realidad, uno me gusta, el otro no sé si me gusta”. Se refería a un amigo mío y
a mí, aunque no necesariamente en ese orden. Algún tiempo después, ella: “El
que me gustaba ha dejado de gustarme; del que no estaba segura ahora sé que me
gusta”. Protesté: “Me dejas confundido otra vez”. Ella: “Piénsalo bien, lo
aclararás”. Llegué a la feliz conclusión: era yo quién le gustaba ahora. Pero
no todo fue exultación. Lentamente fue acechándome el temor de saber quién
sería ahora aquél que podía gustarle o no.
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