viernes, 11 de marzo de 2016

ENCUENTROS

Por Esteban Aristizábal Estrada

¿Sabía de ella? En ocasiones ¿La veía? Jamás…Ahí se encontraba él sentado, a la expectativa de qué pasaría instantes más adelante, ¿cómo estaría?, ¿igual de hermosa que siempre? De eso no le cabía la menor duda, pero ¿Qué pensaría ella de él? Un sinfín de divagaciones invadían su mente, lo hacían visualizar de mil maneras el encuentro. El reloj avanzaba sin prisa alguna. El momento llegó, la obra dio inicio y ahí estaba ella tan hermosa, tan deslumbrante sobre el escenario, su interpretación impecable, su voz melodiosa le hicieron experimentar un estado de catarsis. Hizo que todo se le estremeciera; de repente y sin previo aviso comenzó a volar, sus hermosas alas soplaban con firmeza sobre todo el teatro; su canto fue cada vez más angelical. Sintió como su silla se desprendía del piso y perdió la orientación. Ahora, una dimensión alterna los cubría a ambos; sólo allí, sólo los dos. La nostalgia del pasado lo invadió seguida por un deseo incontenible de tenerle más cerca. Caminó en su dirección, no podía alcanzarla pues aún surcaba en el cielo con aquella gracia sutil que solo las criaturas mitológicas logran poseer. Pero así era ella, algo sobrenatural.

Luego, comenzó a descender lentamente. Ansioso, estiró sus brazos deseoso de recibirla, sintió las plumas de sus alas deslizarse entre sus dedos, tan suaves, tan delicadas, tan brillantes. De repente y sin previo aviso comenzó a sentir un calor en su pecho que se apoderaba con gran furia de su cuerpo, sintió su espalda consumirse en llamas, un dolor indescriptible le invadía y casi no le permitía respirar. Ella surcó nuevamente los aires y él corrió en un desesperado intento por alcanzarla, intentó gritar pero su voz era inaudible, el dolor era cada vez más intenso; el aire le faltaba, intentó gritar una vez más y sintió como se desprendían un par de alas pesadas y por si solas se blandían ágilmente y lo llevaban nuevamente hasta su lado.


El silencio que envolvía el teatro rompió de improviso en un descomunal aplauso; la alarma sonaba, era hora de levantarse y asistir a su encuentro, un intenso dolor en la espalda le dificultaba respirar. Tomó impulso y se puso de pie; se dio vuelta y encontró sobre su cama una delicada y suave pluma blanca que desprendía un brillo especial, un brillo como aquel que solo las criaturas mitológicas logran poseer.

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