viernes, 11 de marzo de 2016

NARRADOR DE NARRADORES

Por Maleno Ríos

Calibró la voz con un carraspeo de garganta y respiró profundamente para aclarar su pensamiento:
            –Ésta es una de esas historias que solo aquellos entendidos en los misterios de la vida podrán entender –dijo por fin el narrador con una voz severa, a la que vez que resultó susurro; agregándole, de ese modo, un toque de intriga según su juicio–. Sucedió una noche cualquiera, una sin estación precisa porque ese detalle no afectó lo acontecido –sonrió y le figuró haber creado una frase para la posteridad propia de las cosas universales–. No ocurrió en la tarde, por capricho del destino –error: fue por capricho suyo como narrador y creador–, sino que los sucesos esperaron, impacientes, a que el cuarto de la dama fuera iluminado por la parafina y su luz amarilla; además, tampoco ocurría porque ella, nuestra doncella, aún estaba dormida, y la belleza que emanaba su constitución en el letargo podía conmover todas las cosas de este mundo, incluso los sucesos, que rondaban en las ráfagas de aire filtradas por las ventanas en medio de la espera –su narración tomó tal nivel de compromiso que a veces prefería vaciar sus pulmones, al punto de ahogarse, con el fin de terminar cada frase con la fuerza merecida: jamás se había visto un narrador que disfrutara tanto de su acto.

            Después alegó falta de inspiración al reflexionar sobre esas primeras palabras sin haber terminado la idea, cuando en el fondo se sintió impedido para continuar el mejor inicio que jamás había de narrar. Y les aseguro que no es mi culpa, yo simplemente soy un narrador de narradores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario