viernes, 11 de marzo de 2016

CUENTO CORTO

Por Zully Johana Rodriguez Parra

Amaneció su primera semana de trabajo, las puertas de un colegio se abrieron para que ella iniciara su travesía por el mundo de la ciencia y la enseñanza. Inocente ante ese reto no anhelaba más que dar todo de si a quienes confiaban en lo que tenía para ofrecerles, niños, padres, compañeros profesores y hasta el señor rector pusieron su atención y esperanza en aquella morena, alta y sonriente profesora. Sus ojos tenían luz, su mirada era fuego, su voz aliviaba angustias ajenas.

Su brillo no tenía fin, el compás de sus tacones anunciaba al pasillo entero su presencia, su carisma alborotaba mucho más que las hormonas de 40 estudiantes bachilleres, mucho más que 20 compañeros profesores; la cadencia de sus pasos y su inevitable simpatía cooperaron para que por ningún motivo pasara desapercibida.
Nadie se atrevería a pensar que en su nublado interior se hallaba una flor marchita que tan solo Él, en un análisis profundo percibió. Con resoluta decisión se ofreció a cuidarla y borrar para siempre lo que escondía en su entrañable corazón.
Era la primera vez que ella lo veía, atónitos y expectantes sus ventanas del alma cuestionaban su existencia, quizás el frio o el aún presente mareo con que despertó ese día le hacían creer que venía de otro mundo. No se ilusionó ni mucho menos, pues su corazón ni aliento tenía para ello. Sin embargo aquel hombre con plena disposición emprendió el viaje, tomó los remos, alzó el ancla y surco las aguas de ese inmenso amor que creyó sentir. Navegó en profundas aguas de pálido azul, sorteó tempestades y también sequias interminables, cuidó a la marchita flor que día a día parecía florecer con aparente resplandor eterno. Sucedió así hasta que un día… otra flor, no más bella, no más especial… simplemente otra flor capturó de nuevo su atención.


Y fue allí cuando aquella profesora descubrió que: así como se florece cuando no es primavera se puede palidecer aun cuando no sea invierno.  Ya podía incluir esta lección en su acostumbrado salón de clases. 

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