lunes, 14 de marzo de 2016

ENTRE SUEÑOS

Por Daniel Campos Rodriguez

Cuando la noche llega a este pueblo, no suelen pasar cosas interesantes, este es un lugar que vive 
de la monotonía decepcionante del que fue en su tiempo sinónimo de progreso de la región, con 
vestigios de edificios y fábricas abandonados. La desidia ajena y propia lo ha convertido en una 
especie de pueblo fantasma, pero con vivos. Todo esto ha traído consigo cosas extrañas que solo 
personas de la oscuridad, aprovecharían para hacer sus enajenaciones. En la oscura noche pasan 
cosas y los rumores corren, pero no se dejan llevar mucho por las supersticiones de los bares 
mercados. Hace unos días, hubo un incendio en lo alto de la mina abandonada. Las autoridades se 
han encontrado algo horripilante, al parecer un suicidio colectivo. No quieren indagar, para mí el 
principal sospechoso es el culto de la nueva iglesia de Los Perdidos, una congregación de la que no 
se sabe mucho, en las noches se reúnen con fogatas detrás de su templo, haciendo un tipo de rezo 
con sus características hogueras. Es difícil que Los Perdidos se aludan la muerte de cinco jóvenes 
indigentes, que se encontraron desnudas, con las manos mutiladas y colgadas del cuello con alambre 
de púas, llenas de marcas que ni las mismas llamas pudo borrar. Sé que fueron ellos. Me temo mucho 
que la congregación esté manipulando a la guardia civil, así seremos próximos en su lista. Podríamos 
morir en la noche, y muy seguramente el resto del mundo no se daría por enterado, en este, el lugar 
propicio para sus insaciables propósitos. Le temen a la noche, tan pronto como cae el ocaso, solo se 
oye la brisa golpear los árboles y esas frases, esos malditos murmullos repetidos. Conocí a una de
ellas, me apena que haya acabado de la manera más deformante y trastornada. Era una buena 
muchacha, todo empezó a mal desde que Los Perdidos empezaron a atraer fieles. Trato de advertir 
a la gente que algo anda mal. Me persiguen sombras desde lo que pasó. Me aíslo del mundo, me 
encierro, temo mucho, oigo voces. Nadie me cree ¿por qué nadie ve lo que yo veo? ¡Oh, rayos! Se han 
enterado, saben que lo sé. Me siento muy cansado y sin razón. He dormido desde entonces sin alivio 
alguno. He tenido un sueño extraño en el que la veo como se arrastra entre el lodo y cuerpos 
putrefactos. Gime desgarradamente, como un cerdo al ser degollado. Es muy detallado para ser solo 
un sueño. Temo, pienso que ella está sufriendo aún, torturada en el infierno a donde los ellos la 
arrastraron. Despierto sudando con un terrible dolor pectoral. De pronto, oigo ruidos ¿Qué pasa? me 
pregunto muy agitado con mucho pánico. ¡Están en casa! vienen hacia mí, siento el corazón a mil ¡Estoy
paralizado! ¿Cómo puede ser? Oigo arañazos bajo mi cama y en el techo. Soy la próxima víctima, lo sé. 
¿Por qué la vida es así? Solo intenté descubrirles. No puedo gritar, siento sabor a sangre. Han hecho 
todo mientras dormía. ¡Qué oscuro está! ni la luz de luna me llega. Veo luces tenues de velas y 
sombras que se acercan. Es el fin. Seré un suicidio más en la mañana. Ahí están, ¡¿Qué son esas 
cosas?! Son como bestias erguidas de ojos color incandescente ¡Qué pavor! Se detienen, hacen una 
corta pausa y recitan: —«De esta sangre y entrañas de los impíos sirvientes del mal gustoso comeré, su 
sabor me aliviarán a mí y mi señor»—… Se abalanzan sobre mí. Despierto, fue solo un sueño de nuevo. 
Me siento mareado. Estoy un cuarto atado. Una puerta se abre, se acerca un extraño, se presenta: 
—Soy médico del psiquiátrico y usted es un esquizofrénico, la iglesia de Los Perdidos no existe, solo era 
el  nombre de los demonios de su cabeza y en episodios de trance ha colgado, asesinado y violado a las 
cinco jóvenes además de a su padre y hermanos. ¿Qué coños está pasando? No entiendo nada. Oh, 
Dios, siento que me inyectan. Soy un enfermo y no merezco vivir. Pero soy alguien bueno, allí, entre 
sueños. Intentaré dormir de nuevo, ojalá… para siempre.

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