lunes, 14 de marzo de 2016

EL ABISMO DE LOS DESEOS

Por John Erwin Rodríguez Velásquez

Llegó a las 5 después de haber comprado algunas cosas para la cena. Miré cómo se preparaba para darse un baño. Su vestido rojo cayó al inicio de la escalera. Su paso tenue, sus muslos blancos y sus labios rojos me invitaban a seguirla sin que ella supiera que estaba allí. El aire estaba viciado por el humo de los cigarrillos que había fumado en su ausencia, tal vez ella estaba muy cansada para notarlo o más bien sabía que su destino estaba sentenciado.
Ese mismo día en la mañana lo había dejado todo dispuesto para no tener que regresar. Ninguna deuda sin pagar, ningún objeto sin empacar, incluso se encargó de regalar a Adrián, el gato preferido de Madre y el único que había sobrevivido al incendio. Su escape era discreto pero preciso, un vuelo a Panamá, luego a España. Hoy se cumple un año de la muerte de Madre.
La escuché mientras subí las escaleras, parecía tararear un blues viejo de Big Bill Broozy o de Howling Wolf. Tomé el encendedor Zippo que me regaló el día en que cumplimos un año de casados, en mi mano derecha, un bidón de kerosén que comencé a vaciar. Primero la puerta de la habitación, su ropa interior en el piso junto a los tacones rojos, en su cama los tiquetes de viaje. A continuación, la puerta del baño.
- ¿Por qué estás acá? -Dijo ella-. ¿Sabes que hoy se cumple un año…? Su mirada fría me recuerda a Madre, eso y sus ojos amarillos y verdes.
-Lo sé-. Encendí un cigarrillo mientras regaba el piso del baño con el poco kerosén que quedaba-. Solo pasaba a despedirme.
Vi como sus pupilas se dilataban y como su cuerpo se estremecía mientras el kerosén tocaba sus pies.
- ¿Por qué haces esto? -dijo ella mientras cubría su cuerpo con una toalla-. Madre nunca nos quiso, si por ella hubiese sido nosotros estaríamos muertos. Nunca aceptó que nos amaramos. Nunca aceptó que sus dos hijos sucumbieran al abismo de los deseos, a eso que su ignorancia llamaba pecado. Yo la liberé mientras que tú sólo querías mantenerla atada a su sufrimiento. Tú querías usarla como excusa y alejarte de mí.
-Te equivocas- le dije–. Yo nunca me alejaré de ti-.

Me acerqué a ella, lo suficiente para que Inhalará por última vez el humo de mi cigarrillo.

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