miércoles, 9 de marzo de 2016

EL DESPERTAR DE UN MUNDO EXTRAÑO

Por John Sebastian Pantoja Gamboa

El cielo de un color rojo perlado con destellos amarillos, da cuenta de un paisaje tranquilo y hermoso, el aire calmo de una suave brisa, tan delicado como el abrazo de un niño, relaja a Yawar, mientras sigue recorriendo las montañas Caliginosas, legendarias y enigmáticas donde se dice que decenas de personas han muerto llevando a cabo expediciones y donde el premio son las profundas cuevas que entre los laberintos se esconden y contienen misteriosas historias de fortunas perdidas.
Yawar comienza a recordar las historias para llegar a las montañas, le indicaban  que el sendero consta de cuatro etapas, cada una más peligrosa que la anterior, la primera y aparentemente sencilla se realiza en un Kosu, que son enormes coches provistos con seis llantas que permiten sortear terrenos fangosos y se pueden convertir a barcos para atravesar las ciénagas, estos parten desde Ambrig un pueblo ubicado en los pantanos al norte y termina en Salsat la última aldea a la que se puede acceder en transporte convencional.

Salsat es habitado por una tribu llamada los Ukucha de quienes se cuenta que son fieros al momento de defender su territorio a tal punto que a los capturados que se presentan a este territorio sin permiso, el castigo no es otro que la muerte, la cual se produce tras el mayor dolor y agonía posibles, así demuestran que están dispuestos a todo por sus costumbres aisladas.

Una vez  en Salsat y al bajarse del Kosu, Yawar recuerda que un extraño viento llegaba directamente a su rostro, como si entrara a la boca de un depredador, pero se sorprendía de ver lo hermoso que este era por dentro, la lengua era una plataforma azul celeste adornada con flores blancas de tallos rojos y el techo dorado con destellos magentas, además habían criptogramas tallados alrededor que inducían una línea cronológica, era curioso que dichos criptogramas descendían en una especie de espiral la cual no terminaba y se perdía en la garganta del animal, les preguntó por los tallados a los Ukucha pero estos al contestar decían palabras que Yawar no entendía porque se disolvían en un tornado difuminándose a lo lejos en las húmedas encías del animal, de pronto su exaltación llego al clímax sintió que su cuerpo lo desposeía y se alejaba acelerándose a una velocidad vertiginosa.


Yawar abrió los ojos y vio un cielo azul perlado con destellos amarillos y a su tío Yanapaqi  de rodillas frente a él diciéndole que por fin habían llegado a las montañas Caliginosas.

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