viernes, 11 de marzo de 2016

LA HISTORIA DE UN PATITO FEO QUE EN VERDAD ERA MUY FEO

Por  Mónica Alejandra Rivera Correa.

Érase una vez la historia del patito feo, aunque en este cuento el patito no se transforma en cisne al final, ni se da cuenta de su verdadera belleza. Nuestro protagonista era un pato real, que esperó toda la vida a que le salieran plumas y no, sólo era un pato calvo toda la vida. Creció escuchando la historia del patito feo y pensaba que quizás él podía tener ese final, aunque muy en el fondo sabía que no era posible.

Hasta que un día, desolado por la burlas de todos, incluso de su madre, decidió escapar del estanque buscando nuevos horizontes y pensaba: “Buscaré gente que me quiera, así sean más feos que yo, para que puedan quererme como un príncipe”. Buscaba animales y gente fea para sentirse más a gusto con los suyos.  Fue de estanque en estanque, soportando burlas, rechazo y desolación; se dio cuenta que era el más feo de todos los conocidos, que no iba a tener un final feliz como Betty la Fea y que quizás ni él mismo se podía aguantar. Viendo su miserable vida, regresó al único lugar que conocía, al estanque que lo vio crecer, ya que para él, era mejor las risas de los conocidos que de misteriosos desconocidos.

Llegó al límite de no querer verse ni al espejo, ya que su reflejo mostraba en su plumaje una amargura intensa por lo desdichado del mundo, y se preguntaba: “¿Seré egoísta al buscar gente más fea? ¿Por querer que existan?” Y así pasaban los días de ese atormentado patito que parecía más bien un mutante de cocodrilo. Su triste existencia lo hizo ajeno al mundo que lo rodeaba y por eso no se dio cuenta de que cada día se iba quedando solo en su estanque, su pequeño mundo.


Cuando un día alzó la mirada, cansado de llorar, buscando ya reír, no de su fealdad, sino de cualquier otra cosa, se encontró con su madre, que era una pata vieja, y al preguntarle por los otros patos, su madre le contesta que ahora son sólo ellos dos, y al inquirir la razón, llega la esposa del campesino, toma a su madre, le retuerce el pescuezo, y mirando al feo dice: “ este pato está muy feo para los invitados, no me sirve” . Así es como el patito, por feo que fuera, salvó su vida y nunca más se volvió a quejar de ello. Reconoció que hay cosas peores, como quedar en la olla de un campesino.

8 comentarios:

  1. Hola Ale!!!
    Tu cuento me ha parecido muy ameno, es sencillo de comprender y al final deja una moraleja muy interesante.

    Buena redacción, bien estructurado, y con un gran mensaje ¡Animo!

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  2. Muy cómico el cuento, me he reído mucho. La estética (funcional) de lo feo que montas en esta historia está muy bien narrada.

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  3. Muy acorde a la realidad de muchas personas, y no precisamente por sus cánones de belleza. FELICITACIONES y un gran abrazo.

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  4. Aww, es una forma muy bonita de verle el lado positivo a ser "feo" ... aunque en el fondo odie esa palabra, porque es algo totalmente subjetivo, pero la enseñanza me gustó :)

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Gracias Angélica, mi patito se sentía feo, pero quizás, era solo su manera de ser, quizás, sino fuera tan victimista se hubiera sentido de otra manera. :)

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