viernes, 11 de marzo de 2016

EL EXCESO DE AMBICIÓN ES PERJUDICIAL PARA EL CORAZÓN

Por Valentina Correa Restrepo

Aquel día los corazones se reunieron en el Congreso Internacional del Amor para opinar acerca de la situación que se estaba viviendo. El amor ya no era lo mismo.

– Me cansé –dijo Ilusión–. Estoy harto de esta situación, enamorarse ya no es lo mismo de antes. Ya el amor se consigue más fácil, pero también más fácil se pierde. Me niego a ser un corazón roto.
– ¡No estoy de acuerdo! –Exclamó Romance, un corazón ingenuo y meloso–. Ahora todo es más intenso, no hay que esperar tanto, todo se dice en justa medida.

– No lograremos ponernos de acuerdo –afirmó Pesimismo– ¿Por qué no renunciamos? Así podríamos saber a qué corazón extrañarían más las personas, y determinar qué es más importante, si el amor fácil o el de antes, en el que para conquistar a alguien se debía ser detallista y perseverante.
En aquel momento los corazones tenían la sangre caliente como para tomar una decisión sensata. El corazón más viejo y sabio quiso intervenir, pero su voz se fue desvaneciendo en el alboroto del controversial encuentro. Finalmente decidieron aprobar aquella propuesta. Interés, un corazón frio y calculador, fue el único que no aceptó.

En efecto todos los corazones renunciaron a querer; todos excepto interés, que se convirtió en el único corazón disponible de todo el gremio. Así pues, el hombre se enamoró del dinero y empezó a medir el cariño según sus conveniencias, según las utilidades. La ambición se vendió al pueblo como la capacidad de querer, el hombre comenzó a pensar... dejo de sentir.


Los demás corazones pronto se arrepintieron. El corazón sabio que no había sido escuchado, no tardó en hacer su reflexión. –El que se hace extrañar se arriesga a que lo olviden. Cuando prevalece el interés ante el amor, se pierde la esencia de lo especial, y es cuando verdaderamente se acaba dejando corazones rotos.

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