FUROR POETICUS

Por Valentina Rodríguez Fernandez

Todos sabemos que la inspiración no es algo que llegue de un momento a otro. A veces puede tardar meses, o incluso años, en aparecer… Y esa es la razón por la que se dan los escritores fracasados. Nunca podremos decir que la ausencia de inspiración es no tener talento. Eso es totalmente falso. La disciplina nos empuja, un paso a la vez, a la inspiración y al talento. Pero este no era el caso de Malena: llevaba varios años tratando de escribir lo que fuera: cuentos, poemas, ensayos, esquelas… Incluso, una vez intentó escribir un libro completo, pero todo se iba a la basura gracias a su falta de inspiración. Tomó infinitas clases de literatura, de escritura, de redacción y hasta de puntuación adecuada, todo para que sus textos fueran impecables. Sin embargo, no pudo poner todos sus conocimientos en práctica por el único asunto que la inquietaba. La musa no llegaba nunca, nunca lo hizo. Al parecer, se había quedado dormida o la secuestró otro escritor principiante que en este momento debía estar publicando su primer antología o poemario. También consiguió entrar a cursos de cuanta cosa pudiera generar una idea literaria fantástica y lista para ser explotada. Seminarios, talleres, charlas místicas y de superación y emprendimiento, fueron los intentos desesperados y vergonzosos a los que tuvo que llegar Malena. Pero, por más intentos, pruebas y baños herbales que le recomendaron, nunca llegaba su musa: ya parecía estar muerta. Un día salió a caminar. Quería relajarse, olvidarse de su falta de inspiración. Cruzando por una avenida, despreocupada de lo que le trajera la serendipia, pisó algo viscoso. Se sentía asqueroso bajo su zapato. A unos metros, donde pudo sentarse a ver qué era lo que había pisado, despegó el extraño elemento. Lo levantó a la luz del sol y se dio cuenta que era todo lo que había esperado, la pieza que le faltaba, con lo que empezaría su carrera como escritora. Al llegar a casa, no podía contener la alegría. Estaba eufórica al encontrar su piedra filosofal. Ahora todo encajaba, eso era lo que esperaba. Se sentó frente al computador por muchas, muchas horas. Sólo escribía y escribía. No descansó hasta días después, cuando las ganas de recibir el sol la sacaron de su labor, pero por suerte, ya había terminado su primera novela corta. Estaba muy orgullosa.  La envió a un editor, esperando que fuera publicada unas semanas después. Al día siguiente, recibió una llamada telefónica. Era urgente, según había dicho la secretaria. “¿Se burla de mí? ¿Qué es lo que intenta decir con tantas incoherencias? Nada en su libro concuerda, las oraciones no se conectan ni tienen sentido. Esto es una completa basura”. No pudo decir nada, no lo entendía… ¡Tanto trabajo para ser insultada! Se sentó en su escritorio y se quedó mirando la inspiración que había encontrado. La examinó nuevamente y con más detalle. ¡Un momento! ¿Cómo pudo ser tan torpe y no se dio cuenta de lo que pasaba? Ya lo entendía todo: las incoherencias y que llamaran a su obra “basura”. Esta no era su inspiración, era la de alguien más.