viernes, 11 de marzo de 2016

LA OTRA ORILLA

Por Agustin Cardona Molina

Hacía mucho tiempo que nadie cruzaba el rio. Mi abuelo me contó que cuando la compañía llego, construyo dos campamentos, una en cada orilla del gran rio. Ellos decían que era para el progreso. Mi abuelo sabía que no tenía sentido, en algún momento el rio conquistara la tierra de nuevo, es su dueño: “venimos del agua y al agua volveremos” decía.

Cuando mirábamos a la otra orilla, solo veíamos el humo negro de las plantas diésel que iluminaban el otro pueblo. Era curioso como las formas del humo negro de la otra orilla eran iguales a las de nuestra planta, el amarillo de la luz era el mismo. Al principio hacíamos bromas, pero comenzaron los rumores: que había un botón central, que Dios protegía a los hombres de la selva con la luz en la noche, que era el reflejo de nuestro pueblo en el agua.

En la escuela hacíamos planes para cruzar la orilla, lo soñamos muchas veces, hasta que los profesores nos hicieron temer la otra orilla.

Un invierno, las lluvias no paraban, los viejos sonreían, el corazón de mi abuelo sabía que se cumpliría la profecía: “venimos del agua y al agua volveremos”. El agua subía y mi abuelo nos hizo ir al embarcadero para traer su vieja chalupa, la había estado reparando en los últimos meses. A propósito, mi nombre es Neptuno Díaz, como el dios de las aguas.


Trajimos la chalupa y mi abuelo nos dijo que remáramos aguas abajo sin mirar atrás, que él se quedaría cumpliendo su destino. No queríamos irnos, pero él nos empujó, y comenzamos a remar con tristeza y con miedo. Apenas amaneció, el rio se había tranquilizado y veíamos la orilla de un pueblo más grande que el nuestro, lloramos por lo que habíamos dejado. Cuando llegamos, el embarcadero estaba lleno de chalupas como las nuestras, con jóvenes y niños. Nos llevaron a un enorme galpón, donde anotaron nuestros nombres. Nos sentamos y dormimos un rato, escuche mi nombre: ”Neptuno Díaz, Neptuno Díaz”. Fui al escritorio, otro hombre se hizo detrás de mí, parecía de mi estatura. El funcionario del escritorio nos mira y nos pregunta, de donde vienen: yo respondo “del primer campamento de la orilla derecha”, y usted amigo: “vengo del segundo campamento de la orilla izquierda”. Lo miro asustado, su voz y sus manos son como las mías, soy yo, volteo la cabeza para mirar al funcionario y era igual a nosotros. Al otro día desperté con fiebre en una cama, en mi nuevo hogar, no sé qué paso con los otros Neptunos, no quiero saberlo, nunca iré a la otra orilla.

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