jueves, 10 de marzo de 2016

VELADA EN LA ORILLA

 Por Santiago Bedoya Rios

“Por supuesto, son las 12:02 a.m.” Fue el susurro que emití con el fin de mantener la ubicación temporal. Lo único que vino a mi mente fue despojarme de mi calzado y permitir que mis pies descansaran, que se renovaran, que interactuaran con el vaivén del agua. La envidia era de esperarse. Mis oídos empezaron a deleitarse cada vez más con el viento y con aquellos sonidos generados por la diversión de unos cuantos rebotando como si estuviesen compitiendo en una justa de salto alto. Mis ojos no contaron con la misma suerte. El desespero de ellos era inmensurable. Las pupilas se dilataban hasta alcanzar un diámetro que jamás habían experimentado. Por un buen rato, me regocijé con la impotencia de éstos cada vez que percibían a mis pies y a mis oídos gozando.

 La divergencia de sensaciones era algo extraordinario. Mis pies, hasta la mitad de las pantorrillas, disfrutaban del agua subiendo y bajando; mis oídos cada vez prestaban más atención a lo que sucedía, pero mis ojos… mis ojos querían saltar de mis cuencas y huir. Lo que no sabían era que estaban mirando en la dirección equívoca, pero esto no dependía de ellos únicamente, tenían que ponerse de acuerdo con cada célula de mi cuerpo para encontrar el éxtasis que tanto anhelaban. Era hora, suficiente sufrimiento estaban soportando. Todo mi cuerpo pasó de ser cargado por las piernas, a reposar sobre mi espalda, permitiendo una mirada hacia algo tan inmenso que realmente nunca terminé de ver. De inmediato, mis ojos quedaron paralizados. La sensación era inigualable. Miles, millones de focos de luz antigua causaron que el resto del ambiente desapareciera. Unos parpadeaban más que otros, algunos tenían un brillo estático, y ni que decir de aquellos que atravesaban la esfera celeste como si huyesen de la más ardua persecución.

Allí, el tiempo se posó en conjunto con mi vista a admirar tal espectáculo que la naturaleza brindaba. Fue tanta la emoción, que luego de muchos intentos errados, pude arrebatar mis ojos de tal show y redirigirlos una vez más a mi mano izquierda en búsqueda del reloj. Pude percatarme que el tiempo seguía anonadado en el cielo, pues eran las 12:02 a.m.

6 comentarios:

  1. La mejor forma de describir una noche estrellada :3

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  2. me parece muy bien interpretado tu cuento y muy bien escrito esa velada es estupenda y las armas (palabras) que utilizaste para escribir tu cuento son excelentes me hubiera gustado (aunque asi esta bien) era que lo alargaras mas ya que cuando uno termina le gustaria seguir leyendo mas, pero ya no sigue...... aunque muy bien te felicito

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  4. ¡Muy bueno! bien hecho.
    Contemplar las estrellas, las manera más sútil de entender que el fluir del tiempo es relativo.

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  5. Que buen cuento ! Es encantadora la forma en que detallas todo !
    Muy bueno :D

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